domingo, 19 de junio de 2011

Estamos, o no...

... espacio vacío. Se mueven dos biombos. Sale un actor. Da el espacio. Presencia fuera. Está ahí. Papapá. Y va... Y no tiene conflictos. No se vuelve psicológicos. Si lo hiciera... No hay nada. Adiós. Pero está sostenido. Tónico. Disponible...
Sólo si has tenido el inmenso placer de compartir un año de tu vida, o los dos, con MAR NAVARRO y ANDRÉS HERNÁNDEZ, en su maravilloso taller de teatro, sabes de qué estoy hablando.
Yo lo hice, hace muchos años. Recién salido de la Escuela de Teatro de Zaragoza, el siguiente paso lógico era ir a MADRID. Allí, en un año estaría trabajando a las órdenes de ALMODÓVAR y a los cinco, calculaba, ganando el GOYA al mejor actor revelación.
Pero como uno, además de ser tontito (cualidad que compartimos muchos actores recién licenciados por una Escuela) era realista, se apuntó a mejorar sus condiciones corporales en esta escuela.
Allí aprendió un teatro humilde, aprendió que la imaginación, el espacio y el actor todo lo pueden, y que si no pones el corazón en lo que haces... ADIÓS.

Por eso sentí una gran emoción este viernes, al ir a ver de nuevo una muestra de los compañeros de primero. Y fue maravilloso ver cómo de nuevo un grupo de cuerpos, de presencias, de actitudes, me ponían la piel de gallina. La chica de mi lado lloraba a lágrima viva. Teatro hecho artesanalmente, con amor...

Dejé MAR NAVARRO. Paseé mi corazón por Barcelona. Allí me lo afinaron un puntito más. Valladolid me recibió después. Y yo aplicaba mis conocimientos, y me sentía poderoso, con unas herramientas increíbles. Pamplona. Lleida... y otra vez Madrid. Y creé una tortuga. Y aquí sigo.
Y sí, lo confieso, se seca el corazón. Por eso volver a recibir una bofetada de TEATRO, tan fresca, nítida y directa, como la del otro día, hace vibrar. Ojalá volviera a tener 23 años y melena...

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