jueves, 19 de agosto de 2010

Y junto al río en BROATE, me senté y lloré...

... MARINA y DAVID lo sabían. Quien haya seguido este blog con asiduidad también estará en el ajo. Cuando consiga estar en un sitio así y llore sólo de felicidad, entonces es que estaré bien.

Estaba yo sentado, después de comer, esa ensalada de judías verdes, que sabe a cinco tenedores. Entonces, alguien dijo éste es el paisaje más bonito que he visto en mi vida. Lo miré de nuevo. Los ojos se fueron humedeciendo. A la vez que se deslizaba la primera de las lágrimas se fue dibujando una sonrisa... Allí estaba. La primera. Porque uno tenía ganas, muchas ganas, de momentos así, y ese día volvió a pasar, dos, tres, cuatro veces. La última vez mirando las estrellas y echando de menos a una persona a la que ni siquiera tuve el gusto de conocer.


He descubierto que cuando una persona está en sintonía con el mundo es capaz de percibir las cosas bellas que tiene alrededor. Por eso durante toda la subida no he dejado de ver ranas, sarrios, sapos, flores, aves que hace apenas unos meses me hubieran pasado desapercibidas.


Así, he pasado un fin de semana sintiéndome especial, en una paz maravillosa, disfrutando de cada segundo y de cada AHORA. Algo que, según he leído en el libro del refugio de la montaña, es más que común allí arriba. Así que me quedo con mi montaña, con sus recuerdos, con sus espacios, con sus flores, con sus abrazos, con sus estrellas, con sus ladridos... Me los quedo y me los llevo a MADRID.


Y doy millones de gracias a las personas que te hacen mirar el mundo de una manera especial...

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