jueves, 11 de marzo de 2010

Atocha, once de marzo...

... Y es casi la misma hora. Pero de otro marzo. De otro año seis años después. Hoy soy yo el que viaja en el andén. Yo y otros tantos. Otros tantos a los que, que la barbarie se cometa en 2004 o en 2010, les ha cambiado la vida. Y si movemos onces, marzo, abril, febrero, octubre, hay otros tantos afortunados que escapan de la suerte de estar allí aquel día. O podemos mover la hora, el minuto, el tren, la vía, el despertador que no sonó...
Sólo sé que hoy soy un afortunado por vivir. Sólo sé que hace seis años hubiera muerto. Hoy mirabas a la gente de la vía de enfrente y era inevitable sentirte más vivo.
Hoy ha sido un día difícil, sensible. Leyeras el diario que leyeras las lágrimas querían venir. Era inevitable. Lees que un soldado profesional se bajó, herido como estaba, a ayudar a las vías, que una miserable que ni siquiera estaba en los trenes lleva años viviendo del Estado y las Asociaciones de Víctimas, que un carpintero perdió a su mujer en un tren, porque iba a una entrevista de trabajo que no sabía si hacer o no, y que tiene todavía su bata colgada en la puerta de su carpintería, o que aparece por la noche, en sus sueños, para comentarle su día a día...
Historia de muerte, sí, pero sobre todo historias llenas de vida, de esa vida que nos empeñamos en vivir, en saborear paso a paso...
Por eso, esa gentuza que sigue tratando de demostrar si fueron unos u otros (los que a ellos les viene bien para arañar un puñado de votos) no se merecen más que mi asco y mi desprecio.

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