martes, 29 de diciembre de 2009

Hay otra navidad por ahí...

... Está la Nochebuena de cava y de salón, la del turrón, la abuela, el espumillón. La Nochebuena de familia, de primos inesperados, de reencuentro y, sobre todo, de sonrisa. Tuve, y muchas de esas, y creo recordar que son las mejores.
Por lo que voy sabiendo de mi gente querida es más que común, la pérdida de esa ilusión, el ver cómo las familias se van haciendo pequeñitas, pequeñitas, algunos prefieren pasarla donde las estrellas, y sin su compañía, estas fechas no son lo mismo.
Las recibes sin ganas, quedas por compromiso, o por costumbre. Parece que en estas fechas tan entrañables es un error estar triste, no se puede. Así, por un año, le doy rienda suelta a mi tristeza.
Y descubro que hay otra Navidad en la ciudad, paseando por sus calles y sus parques vacíos. Mirando las luces de las casas, sintiendo el silencio que puedes respirar aun a sabiendas de que siete pisos más arriba sólo se escucha el jolgorio. En el Parque sólo ves a tres personas, y una de ellas eres tú. Parecen felices. Tú piensas en la gente a la que quieres, en su alegría, pero no te cambiarías por ellos. A veces la tristeza puede ser dulcísima, y hay que saber vivirla, disfrutar de su pequeño dolor.
Han sido unas Navidades tristes. Cuando bajaba para casa, en una ventana abierta, un niño imita a SANTA CLAUS. ¡¡¡jo jo joooooooo, FELIZ NAVIDAD!!! Piensas que quizá dentro de unos años sea ese niño quién pasee solo por la calle. Pero darías la vida entera por estar ahora mismo tan equivocado como él.

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