domingo, 28 de febrero de 2010

Cuando un amigo se va...

... Algo se muere en alma... Especialmente cuando alguien o algo comparte, fiel e inmutable tantos y tantos días de tu vida.
Compré una botella de FAIRY recién llegado a MADRID. Corría el mes de julio. Murió la semana pasada, fregando una cacerola, en acto de servicio.
Siete. Siete meses de limpieza y eficacia, de ahorro (1,99 que vale, la jodida), de trabajo incansable... Parece mentira que una botella de limpiador pueda durar tanto. Con ese reflejo verde en mi cocina han pasado amigos, cenas, visitas de mi madre, mi primo, castings superados, decepciones, crisis de pareja, momentos felicísimos, celos de la gata, abrazos, besos, ternura, azúcar, viajes, victorias del ZARAGOZA (pocas, por cierto), nuestros dos cumpleaños, encontrar trabajo, perderlo...
Cabe mucha vida en una botella. Por eso me aterra extrapolar y pensar. Que quizá no queden más de cinco botellas para que me case. Ocho para tener un bebé. ¿Cuántas botellas me quedan para ser prota de una serie? ¿Para cumplir los 40?
La vida mirada en botellas de FAIRY puede avanzar muy deprisa. Así que me comprometo a limpiar bien, exhaustiva y esplendorosamente y a seguir disfrutando de cada plato.

2 comentarios: