La Pulisía daquí. ¡¡¡Biba el zuuuuuur!!!

... Uno se pone a veces rebordenco e intransigente, y critica su tierra aragonesa con una facilidad que no es odio, es fastidio. Pero a medida que uno va visitando este país de teta y pandereta, se descubre que la tierra de uno no siempre es la peor, y que en todas partes cuecen habas, y en algunas hasta les quedan verdes.
Me voy con la gente del XIP XAP a hacer un espectáculo nuevo para mí, RUM RUM TRASTOKASRTS, ni más ni menos que a la ciudad de Almería, perla del mediterráneo. Si es bonita o no lo desconozco, porque con el furgo-camión que llevamos a cuestas es difícil encontrar hoteles en el centro de las ciudades, así que nos quedamos bastante a las afueras. Y engañado por mis compañeros catalanes, dedicamos la tarde a ver empatar al Barça (qué graciosos resultan los mediocres madridistas que celebran esta crisis culé) en vez de bajar hasta el puerto.
Primer horror... ¿Estoy en Almería o en Cerdanyola del Vallés? ¿En la cálida y cachonda Andalucía o en la más férrea e industrial Catalunya donde es imposible encontrar un bar y la gente trabaja después de salir de trabajar? Por lo que pateamos para hallar un bar... parece que lo segundo. Odio cenar en los centros comerciales, pero esta vez no queda más remedio.

En todos los pasacalles habidos y por haber, uno haya una calle cortada, o un espacio habilitado para descargar, montar, y demás. Así es en Almería pero... la calle que han habilitado para nosotros sigue abierta, los autobuses campan por sus respetos, y las señales de tráfico imponen menos seriedad y respeto que BRAULIO MOLINERO encarando el área contraria. El motivo de la ausencia de los agentes... hú masgrbí qasao tentá suiscidá y no hafía masagenté...
Por supuesto, montamos a la nuestra, no hubo escolta después para volver al lugar de inicio, y tampoco teníamos sitio. Como vulgares delincuentes, transportamos una moto hasta la acera para abrirnos camino, desmontamos, nos pusimos ciegos de comer (eso sí, que bien se come en el sur), y nos volvimos pa casa.
Diez horas de viaje escuchando el Carrusel Deportivo (se preguntan mis compañeros de viaje que qué se meten estos individuos para hacer el programa), alguna cabezadita y muchas, muuuuuuchas ganas de llegar.
Poco más que decir. Dispararé el azúcar dejando un recuerdo a mi amada ESTEFANÍA, ya que esta actuación me privó de pasar San Valentín a su lado, revolotear sobre las nubes, pasear junto a las estrellas, nubes de algodón y estrellitas de colores. Como tantos enamorados que tienen sólo ese día para hacerlo. Suerte que a mí me bastan 364...