lunes, 23 de mayo de 2011

Tantas cosas en la calle...



... El otro día asistí a un concierto, un recital de poesía, diría que hasta una exposición pictórica. Ah, y a un buffet libre.

Ya hace días que me dejé engañar por mi buen amigo MIGUELITO para salir a repartir comida los miércoles por la noche por el centro de Madrid. Hay una cantidad de gente en la calle tan grande, que 90 bocadillos pueden hacerse pocos.

Como siempre, se recibe infinitamente más de lo que se da...


En una pequeña plaza detrás de los cines CALLAO había uno de ellos tocando la guitarra. Su compañero daba palmas, y combatía el frío con unos tragos de vino. Después con la sopa caliente que le llevamos. Qué bien tocaba... Qué bien sabía, por unas horas, abandonar la calle, y estar en un tablado flamenco, en pleno barrio de Triana, o en un club de Memphis o... en cualquier lugar que uno quisiera estar.

Poco más allá, una pareja se besaba como si llegara el fin del mundo, como si quisieran cruzar la puerta de la eternidad con un beso. Beso callejero, divino. A la larga, ellos, tú y yo, vamos armados con lo mismo, amor, y qué bonito es ser pobre de muchas cosas, pero millonario de eso.

Otro de ellos llevaba varias semanas esperando unos rotuladores. Se los llevó una de las chicas más dulces que he conocido, y fue el mejor momento de su semana. Aún no teniéndolos, nos había elaborado esta obra que veis, nos la regaló dedicada.

En plaza mayor segundo concierto, esta vez didáctico, pues otro de los habitantes de los cartones trataba de hacer sonar a la guitarra los inexpertos dedos de otra voluntaria. Sin mucho éxito, por cierto.


Y así, yo, que ni sé pintar, ni sé tocar la guitarra, ni soy poeta callejero, y que muchas veces encuentro mil excusas para no regalar un beso sincero, volví a mi casa. Mientras otros, mucho más hábiles, se encomendaban a la suerte de un cartón, y a que GALLARDÓN decida no "limpiar" su ciudad... de momento.

Y esa noche lo pensé. Qué suerte tener un techo donde reunirme conmigo mismo cada noche. Nunca tener una casa había tenido tanto valor. Cada uno de ellos tiene dos ojos, como yo, y un espíritu. Lo único que nos diferencia es que yo, soy muy afortunado...

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