... Empezamos el año nuevo desde las alturas. Quiero felicitaros a todos. Quizá sea una manera de darle un sentido simbólico, pero empezamos el año lo más arriba posible.
Hicimos cumbre. Tal vez todo parecía indicar que no llegaríamos. La tarde anterior fue complicada. Lo que parecía una expedición simple y de un par de horas se convirtió en un descenso complicado. Las palabras del forestal resonaban en nuestros oídos: AYERSEMATÓUNGACHÓPORALLÍ...
Sin embargo, al día siguiente, atacamos, desde temprano, y ya puedo decir que no hay lugar de MADRID más alto que en el que yo he pisado. Y aunque a veces no me dé cuenta, no pierdo facultades. En la cumbre, un conocido de un conocido. Siempre he sido una persona capaz de conocerse a la fauna humana de cada lugar, y en ese sentido a veces pienso que MADRID me estaba oscureciendo.
La noche, lo más especial. Hace unos años cambié la costumbre de comer uvas por gajos de mandarina con nata. Fue un buen año, y lo seguí repitiendo... este año no había ni uvas, ni mandarinas, ni muchas cosas que celebrar.
Fuimos cuatro, pero de corazón estuvimos más. Hay una persona capaz de aparecerse sólo cada vez que uno de nosotros sopla unas pompas de jabón. Y otra persona maravillosa que, desde hace más de un año, aparece todas las noches de luna, sea nueva, llena, paralante o paratrás. Así, empecé el año arropado.
Empiezo feliz, sonriente, y respirando aire puro. Un buen referente para tener en cuenta cuando las cosas no soplen tan bien. Que lo harán. Pero yo seré más fuerte...