lunes, 3 de febrero de 2014

... O la vida de un actor en RUMANÍA (I)

 ... Recojo este blog por unos días, mientras dura la aventura. Hay dos aventuras aquí; la humana y la cinematográfica. Como espero que todos llenéis las salas de los cines, aquí hablaré de mis experiencias por este país.
   Tras el primer encuentro en el aeropuerto, ya se notaba que veníamos con la moral alta y ganas de pasarlo bien. Os lo podrían corroborar la chica de los perfumes a la que he jurado amor eterno en el DUTY FREE o el atónito dependiente al que le hemos sacado una degustación de whiskys antes de embarcar.
   RUMANÍA ha sido honesta. Nos ha dado ni más ni menos lo que esperábamos de ella. Nieve. Frío. Hemos alucinado al ver los montículos de nieve cubriendo las ventanas del aeropuerto.
   Allí ha venido a recogernos ALEX, un chico encantador que bien podría trabajar como doble de FELE MARTÍNEZ. Parte de su encanto ha residido en no utilizar GOOGLE MAPS. Porque estoy convencido de que del aeropuerto al hotel se podía ir por muchos más sitios, pero él nos ha traído por el centro, lo cual nos ha permitido tener una primera impresión de la ciudad, con sus imponentes edificios comunistas, sus calles desiertas, una mezcla entre comunismo y globalización (edificios ministeriales enfrente del PULL AND BEAR, carteles de IKEA e inmensas avenidas). Contrastes. Y estampas impresionantes, como bancos encajados y coches enteros sepultados bajo enormes montículos de nieve.
   Tenía nuestro director una fama de hombre severo y estricto. Lo corrobora una primera impresión, es un hombre serio, con aspecto exigente, con cierto aire de hombre criado en el comunismo y la disciplina. Pero había en la mesa cinco botellas, cinco, de vino francés. Y nos hemos reído. Y hemos hablado. Y hemos debatido, mucho, los actores somos de los seres más pesados sobre la faz de la tierra. Y nos hemos divertido, mucho, con él y con CLAUDIA, que no parece seria, sino que tiene una sonrisa y una amabilidad muy agradecibles en quien es tu productora.
   Cinco horas, cinco, en torno a la mesa. Una por botella. Y la primera cena rumana. Y creo que voy a tener suerte. Se come bien en el hotel. Una especie de sopa de una especie de callos, plato típico de aquí. Pollo a la brasa. Parece que voy a poder seguir comiendo con cierta ligereza y no recuperaré todo lo que tanto tiempo me ha costado perder.
   Mi primer paseo nocturno después de cenar. Me vengo arriba. Sin las mallas térmicas. Sin jersey. Sin guantes. Pero con mis botas humildes de borreguillo, compradas a precio de risa en el barrio de TORRERO, mi cuello de pelo y mi abrigo he llegado de vuelta al hotel con frío, pero no helado, y con los pies secos y calentitos. Aunque para calentito el hotel. Ver a mi compañero canario resoplar de calor inspira confianza.
   Más después de haber ubicado ya mi barrio en la ciudad, y haber encontrado la parada de metro que me acercará al centro (PIATA SUDULUI, para los que gustéis de investigar).
   Eso y haber visto que el MADRID no coge el liderato de la Liga, y que aquí televisan los partidos españoles con total naturalidad.
   No todo son buenas noticias. Nos piden de la productora que no salgamos de BUCAREST. Aquí las carreteras se pueden cortar por la nieve en cualquier momento. Adiós a mis días solitarios por TRANSILVANIA. Habrá que volver a este país. ¿Qué tal para el estreno?

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